El Rayo, en concurso de acreedores, no ha
gastado ni un euro en fichajes desde 2007
La
dignidad de la ropa tendida en los bloques de viviendas de ladrillo visto que
rodean al estadio de Vallecas, el olor a las frituras del fútbol mañanero que
emana de los bares de los bulevares adyacentes al feudo franjirrojo... Cuando
aterrizó en el Rayo Vallecano, ese paisaje cotidiano trasladaba a Piti, único
superviviente junto al capitán, Míchel, de la escalada de Segunda B a Primera,
a las Cinco Rosas, la barriada humilde de Sant Boi en la que se crió.
“Cuando
llegué, la Primera se veía un poco lejos, aunque el objetivo era ir paso a
paso”, recuerda Piti, que había debutado con el Zaragoza en la élite y que no
sabía si volvería a ser jugador de la máxima categoría. Él marca tres claves
que han obrado el milagro de que un club actualmente en situación concursal y
que dejó de pagar a su plantel en plena pelea por el ascenso a Primera la
campaña pasada haya conseguido llegar hasta lo más alto del fútbol español y
mantenerse pese a las turbulencias internas que lo acecharon y aún le agobian
(recientemente, los administradores han denunciado al entrenador, José
Ramón Sandoval, y a los jugadores por cobros indebidos acusándoles de mala fe
al firmar los acuerdos contractuales con la entidad).
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